Todos, por ser humanos, tenemos un pasado. Y de ese montón de recuerdos que forman tu pasado, seguramente hay algunos que te acompañan más que otros. Hay recuerdos hermosos, desde luego.
Y esos te entibian el corazón y te ayudan a sobrellevar tu día a día. Pero también es muy probable que cargues sobre tus espaldas varios recuerdos malos, de esos que te envenenan y no te dejan ir hacia adelante.
Recuerdos oscuros, que te retienen, te frenan, te llenan de bronca. Y hasta puede haber recuerdos felices que hoy están entrampando tu vida.
Es decir, recuerdos de una dicha anterior que ya no existe, y que te inmovilizan.
Pero no te olvides nunca: es la personalidad la que vive del pasado, no el ser. “Me dijeron”, “Esperan de mí”. “Prometí que”, “Me hicieron”, “¿Cómo pudieron?”
Cada vez que recordás, te estás escapando del único instante en el que podés tener una vida real, y quedás preso de una memoria adictiva, química, que te puede intoxicar. Y además podés llegar a suponer que lo que te sucedió una vez te va a suceder de nuevo.
Eso no hace más que alejarte permanentemente de la única acción importante: controlar la personalidad desde el ser.
Al recordar el pasado, con su carga de sufrimiento, la memoria asociativa te lleva inmediatamente a pensar por la posible aparición de esos mismos dolores en un futuro quizás muy cercano.
La trampa siempre está escondida por ahí. La idea es que no caigas en ella, que la evites a toda costa.
Si en este instante hay fe, certeza y entrega, entonces podés recuperar el poder.
Fe, esa divina posesión anticipada del milagro.
Certeza, la convicción de que eso que creemos y creamos, ya es, ya está sucediendo.
Una infinidad de veces consultan algo similar a esto: “No consigo olvidar el daño inmenso que me hizo mi pareja. Desde que me separé sufro incesantemente, y no logro levantar cabeza.
Me dicen que un duelo amoroso debería durar un tiempo limitado, pero a mí a esta altura ya me parece infinito, y el resto de la vida perdió casi todo sentido”. Si te paso algo similar, te diría: en primer lugar, si hay o si hubo amor verdadero, estar juntos o separados es lo mismo. Siempre estarán unidos.
Por otro lado, ese vínculo con el pasado lo único que consigue es atarte a la pena. Todos esos sentimientos, que forman parte de algo que ya sucedió, envenenan tu presente, y no te dejan obrar con discernimiento.
Todo lo que sucedió es perfecto, por el sólo hecho de haber sucedido. Es lógico estar triste un tiempo, porque un ser amado se corrió de tu lado. Pero vos existís más allá de ese vínculo. Tu verdadero ser está en otra parte, y no está encadenado al amor que puedan darte o quitarte.
A veces el pasado tiene tanto peso que nos consume toda la energía, y nos deja sin fuerzas para el único momento que existe y que vale la pena: el presente. Por eso, lo más sano, lo mejor, a lo que vamos a aspirar, es a dejarlo ir, con sus cosas buenas y con sus cosas malas.
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