14 de agosto de 2014

Integración


En estos tiempos en los que muchos pueblos buscan su identidad a través de la separación, observamos que unir no va a la par con reafirmar lo que uno es, sino que solamente acentuando la diferencia, excluyendo en vez de integrar, parece que se logra calmar esa sed de identidad. Pero a la larga sabemos que esa actitud únicamente lleva a la exclusión social, a una especie de integrismo que termina rechazando al otro, no por lo que es o cómo es, sino por lo que ponga en unos papeles: bien sea su lugar de origen, nacionalidad, sexo, raza, religión, etc. De esta manera el ser humano aprende a mirar al otro con recelo, tratando de adivinar su ideología política, sus convicciones morales o espirituales, para determinar si pertenece a su grupo o es un extraño que conviene desterrar de sus vínculos sociales. Sin embargo, sabemos que las personas, por encima de las diferencias, por su humanidad intrínseca, mantienen una necesidad de unir en vez de apartar, de construir puentes que sean más grandes que ellas mismas, antes que encerrarse en islas o guetos que las aíslen de los demás. El sentido de protección, de miedo, de desconfianza o recelo, no debe prevalecer a la hora
de tender la mano, de ampliar nuestras fronteras y de crecer buscando igualdad de condiciones y derechos, valores solidarios y mutuo respeto y comprensión.


Por esta razón creo que es posible luchar para favorecer la propia identidad histórica o social al mismo tiempo que crecer en una amplitud de miras, con la aspiración de encontrar en el otro, en el vecino, en quien vive y convive cerca de nuestras fronteras o dentro de ellas, una aproximación sincera y un deseo de defender unos mismos valores de grupo. Pues, como cantaran los hippies, y tantos otros colectivos de mente abierta, solamente somos ciudadanos del mundo, no tenemos otro lugar de nacimiento que el mismo planeta que nos acoge, ni otra madre que la Tierra. Y para permitir que haya una interacción equilibrada con el medio y con los otros, nada más que es posible hacerlo desde la comprensión de que formamos parte de un mismo organismo, y todas las respuestas que demos contribuirán a su evolución equilibrada si van en un sentido unitivo y cooperativo, o a su decadencia si cada uno actúa de acuerdo a sus intereses personales. Porque, como sucede con el llamado ‘efecto mariposa’, una acción cualquiera, aunque parezca que no repercute en otra parte, puede desencadenar sin embargo distintos efectos en otros lugares aparentemente no relacionados, pongamos por caso en el tercer mundo, o por el denominado ‘cambio climático’.


Así que, citando a Walt Whitman: “¡Arrancad los cerrojos de las puertas! ¡Arrancad las puertas de los goznes! El que degrada a otro me degrada, y todo lo que se dice o se hace vuelve a mí al fin!” Palabras de Whitman que podrían ser dichas por este planeta nuestro que espera que -algún día no muy lejano- nos pongamos de acuerdo en escucharlo, para cuidarlo y movernos en torno a él; y no moverlo para que gire en torno nuestro. Y solamente hay un sentido en ese movimiento: el de la naturaleza.


La Tribuna de Albacete



http://lashorasylossiglos.blogspot.com.ar/2014/05/integracion.html

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...