4 de septiembre de 2014

Transformar el sufrimiento en Paz



He leído algo sobre un filósofo estoico de la antigua Grecia que cuando le dijeron que su hijo había muerto en un accidente, respondió: «Sabía que no era inmortal». ¿Es eso rendición? Si lo es, no la quiero. Hay situaciones en las que la rendición parece antinatural e inhumana. 

Estar separado de tus sentimientos no es rendición. Pero no sabemos cuál era el estado interno del filósofo cuando dijo esas palabras. 
En algunas situaciones extremas, puede que te resulte imposible aceptar el ahora. 

Pero la rendición siempre te ofrece una segunda oportunidad. 

Tu primera oportunidad consiste en rendirte cada momento a la realidad de ese momento. Sabiendo que lo que es no puede deshacerse —porque ya es—, dices sí a lo que es o aceptas lo que no es. 

Entonces haces lo que tienes que hacer, lo que la situación requiera. Si te
mantienes en este estado de aceptación, no crearás más negatividad, ni más sufrimiento, ni más infelicidad. Entonces vives en un estado de no-resistencia, en un estado de gracia y ligereza, libre de luchas. 

Cuando no eres capaz de hacerlo así, cuando pierdes esta primera oportunidad, bien porque no eres capaz de generar suficiente presencia consciente para impedir que surja algún patrón de resistencia habitual, o bien porque la situación es tan extrema que te resulta absolutamente inaceptable, entonces estarás generando dolor, sufrimiento de algún tipo. 

Podría parecer que la situación está creando el sufrimiento, pero en último término no es así: la responsable de crear el sufrimiento es tu resistencia. Esta es tu segunda oportunidad de rendirte: si no puedes aceptar lo de fuera, entonces acepta lo de dentro. Si no puedes aceptar la situación externa, acepta la situación interna. 

Esto significa: no te resistas al dolor. Permítelo. Ríndete al dolor, a la desesperación, al miedo, a la soledad o a cualquier forma que adopte el sufrimiento. Obsérvalo sin etiquetarlo mentalmente. Abrázalo. A continuación observa cómo el milagro de la rendición transmuta el sufrimiento profundo en paz profunda. Ésta es tu crucifixión. Deja que se convierta también en tu resurrección y ascensión.

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