18 de febrero de 2015

El cambio climático, la economia y el consumismo



Por: Luciana Silvestri – Abogada ambiental e integrante del Club de Madrid.


Se ha dicho que el cambio climático es el mayor desafío que la humanidad ha enfrentado a lo largo de su historia. En términos científicos, el cambio climático se explica como un desequilibrio entre la energía solar que “llega” a nuestro planeta y la que puede “escapar”.

El origen de este fenómeno se encuentra en las emisiones de gases de efecto invernadero originadas principalmente por la producción y consumo de energía de fuentes fósiles, el transporte, la deforestación y las actividades agropecuarias.

Desde la óptica económica, la crisis climática es vista como una falla de mercado. Se argumenta que los precios que pagamos por los bienes y servicios que consumimos -vestimenta, alimentos, transporte, etc.- solamente reflejan los costos privados de producción; pero no incorporan el costo social que la fabricación, uso y posterior desecho de los dichos bienes, imponen realmente sobre la sociedad.

El productor y el consumidor se libran así de pagar el “verdadero costo” que

los efectos negativos de su producción y consumo causan. De esta forma, todos los habitantes del planeta, y en particular aquellos más pobres y vulnerables, terminan por soportar las consecuencias más adversas del cambio climático – infertilidad del suelo, escasez de agua, aparición de enfermedades como el dengue en zonas donde nunca existió antes, caso Argentina- y la mayor frecuencia y severidad de desastres naturales como por ejemplo las lluvias sufridas este mes en Colombia y Venezuela -sin haber sido siquiera los verdaderos causantes del problema.

Pero más allá de estas consabidas apreciaciones de carácter científico y económico, este artículo pretende referirse a un fenómeno mucho más humano y que por ende se realiza en cada uno de nosotros. Me refiero al espectro que se asoma tras la crisis climática y parece constituirse en la última razón de ser del expolio ambiental del que somos protagonistas. Este es el fantasma de la sociedad moderna de hiperconsumo y la carrera sin fin hacia un dudoso progreso de la humanidad.

En la sociedad actual de consumo, el otrora homo sapiens, homo politicus, homo religiosus y homo faber, ha sido reemplazado por un nuevo hombre, “el homo consumens”. En nuestra sociedad contemporánea, tener y mostrar es ser. La “verdad incuestionable” que sustenta nuestro estilo de vida es la idea de que consumir, comprar, trasladarse, tener a disposición una multiplicidad infinita de opciones, es la verdadera felicidad, y por lo tanto, el materialismo nos ofrece la razón misma de nuestra existencia.

De esta forma el sujeto se objetiva. Así visto, el consumo se vuelve un fin en sí mismo y deja ya de ser un medio, y sólo un medio, para contribuir al bienestar humano.

Y a pesar de ser evidente, ninguno de nosotros admitirá que este fantasma lo acecha. Es muy difícil evaluar con nuestro propio pensamiento, el pensamiento mismo que estamos pensando. “Ver -como decía Ernest Schumacher- el ojo que mira a través del mismo ojo”.

Sólo mediante un verdadero examen crítico de nuestras motivaciones profundas podremos distinguir la verdadera necesidad, de la necesidad creada. Sólo así podremos discernir la libertad engañosa -que pretende que hay libertad siempre que exista multiplicidad de opciones que puedan ser compradas- de la verdadera libertad de elección que supone por el contrario, la posibilidad de decir no, de negarse a engancharse continuamente con la sociedad de consumo.

Vivimos enajenados como pequeños ratones haciendo rodar una rueda sin fin en la cual gastamos la mayor parte de nuestro tiempo en enriquecernos para luego poder pagar nuestras compras y así mantenernos girando más y más, mientras el tiempo y las verdaderas oportunidades de felicidad se nos escapan. Nuestro estilo de vida no sólo genera el cambio climático y otros tipos de crisis ambientales y humanas injustas, sino que además nos deja vacíos.

Como las olas del mar que a mayor frecuencia e intensidad más socavan los cimientos de nuestro castillo de arena, así el círculo vicio de nuestra lógica de consumo de cosas, de bienes, de gentes, de tiempo, nos ahueca aún más por dentro a medida que se va cerrando.

Tal vez, y sólo tal vez, una mirada crítica y honesta sobre nuestras motivaciones a la hora de consumir y de actuar, y un profundo sentido de la responsabilidad hacia los demás -los que existen en otros lugares y los que algún día existirán- nos llevarán hacia un nuevo despertar que nos permita resolver una crisis climática cuyas raíces profundas se encuentran más allá de una explicación científica o económica.




http://diarioecologia.com/el-cambio-climatico-la-economia-y-el-consumismo/

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