La forma en que vivimos nos ha alejado de muchas cosas de la vida que en el pasado eran realmente importantes o que la gente solía disfrutar de una manera diferente. Vivimos apresurados, estresados, preocupados y muchas veces no nos damos tiempo ni para nosotros mismos. Somos esclavos, esclavos del teléfono, del internet, del trabajo, esclavos de nuestros propios miedos, esclavos de nuestros pensamientos, de nuestra propia mente. Ante todas estas cuestiones me pongo a reflexionar sobre lo que nos hace ser diferentes de las demás especies de animales y parte de ello es que tenemos la capacidad de razonar y de sentir; cuando digo sentir no me refiero al simple hecho de utilizar los sentidos, me refiero a la capacidad de sentir con el corazón y con todo nuestro ser. Las diferentes experiencias que hemos vivido a veces nos han hecho duros, nos han hecho poner una barrera que suele ser difícil de quitar, incluso con los que amamos. Y desde esta perspectiva preguntémonos ¿cuándo fue la última vez que dejamos darle rienda a nuestros sentidos? ¿cuándo fue la última vez que miramos el cielo? ¿o que tuvimos contacto con nuestro yo interno? ¿cuándo? Descansar no sólo significa dormir o dejar a un lado la rutina, también significa hacer todas esas cosas que nos llenan, todas esas cosas que amamos y que alimentan nuestra alma. Por alguna razón los niños suelen ser felices y es que ellos no tienen complejos, no se llenan de actividades innecesarias y no son esclavos de nada. Simplemente son… Es por eso que no debemos dejar a un lado nuestro lado sensible, ese lado que tal vez sea lo que en esencia nos hace ser humanos…
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