Realmente cuidamos el lugar en que vivimos?, ¿Contribuimos de alguna forma a mejorarlo o lo empeoramos? Son algunas de las preguntas que nos tenemos que realizar más seguido y con mayor detenimiento.
La principal causa que encuadra el gran problema de nuestra destrucción del medioambiente es nuestro propio consumo. Ya no se trata sólo de satisfacer necesidades, se trata de querer más, se trata de ser marionetas de un sistema que nos dice qué, cómo y cuanto tenemos que consumir.
En la vida cotidiana vivimos rodeados de publicidades, cuando prendemos el televisor, cuando sintonizamos la radio, cuando vamos caminando y observamos las cartelerías.
Cada vez, los avisos publicitarios asimilan la obtención de un producto al del alcance de la felicidad, es decir, si compras lo que se te ofrece, serás feliz.
Llama la atención que la figura más representativa de dichas publicidades y los personajes más utilizados, son los niños. Hoy en la era de la tecnología, llevar a tus hijos a jugar a un parque o una granja a darle de comer a los animales, son actividades poco comunes y poco observables, eso sí, en sus cumpleaños no te olvides de comprarle el último celular de moda o comprarle
una cajita feliz de McDonald’s; así lo harás feliz.
Se ha perdido la noción de un estilo de vida sano y activo, se incita al sedentarismo y a la comodidad, a la cultura del mínimo esfuerzo.
Nos preocupamos del último grito de la moda, de querer poseer lo que los otros tienen, pero nos olvidamos de el aire que respiramos, de la tierra en la que caminamos y cultivamos, del agua que tomamos y del ámbiente en el que vivimos. Los daños que la humanidad va dejando en el medio ambiente, siendo a su vez la principal víctima, viene de hace muchos años atrás.
En 1952, Londres sufría la primera catástrofe ecológica que causaría millares de víctimas. Una gran neblina toxica cubría la ciudad hizo común el uso de barbijos. Sin embargo después de cinco días 4000 personas murieron y 8000 en las semanas siguientes.
¿De dónde provenía esta neblina? La causa del desconocido hecho fue nada más y nada menos que económica. Durante el periodo de desarrollo industrial, Inglaterra exportaba el mejor carbón y guardaba el de mala calidad para cubrir sus necesidades básicas, así cuando estaba en funcionamiento liberaba un humo negro por todas partes. La preocupación surgió a partir del invierno de 1952 cuando las estufas de los londinenses se cargaron más que de costumbre.
El aire de a poco se fue contaminando y muchas personas murieron intoxicadas. Cuatro años después, los humos negros se prohibieron en la ciudad gracias a la primera ley de protección del aire aprobada en 1956. Otro de los ejemplos claros y aterradores ocurrió en los años 50 en la región de Minamata, Japón.
En 1952 animales como los gatos eran afectados por una enfermedad totalmente desconocida cerca de la bahía de la región. Nadie presto atención ante este suceso hasta que años después, el mismo síntoma se mostro en personas que comenzaron a tener convulsiones, temblores en el cuerpo, discapacidades que luego los llevaba a la muerte. Generalmente los síntomas aparecían en familias de los pescadores de la bahía. Para ocultar el problema y para evitar el contagio, estas familias fueron marginadas por la sociedad.
Ahora...¿Cuáles eran las causas de esta enfermedad?. La compañía petroquímica Chisso, instalada en la bahía de Minamata, desde los años 30 utilizaba el mercurio como catalizador en la fabricación del plástico. Así, las aguas residuales con mercurio ingresaban directamente al mar y contaminaban de a poco el fondo marino.
Siempre hubo sospechas pero no se llegaba a la conclusión de que la compañía fuera culpable, hasta que mediante experimentos realizados con gatos se supo la verdad. Pero el secreto de Chisso fue guardado durante un largo tiempo, sus empleados no podían hablar del tema y si lo hacían eran despedidos. En 1959 investigadores independientes comprendieron por su parte el origen de la enfermedad y se dio a conocer públicamente.
Después de miles de víctimas, recién en 1966 cesaron los vertidos de mercurio al mar y en 1973, familiares de las víctimas y ciudadanos consiguieron que se condenara la compañía asesina Chisso. Pero para no ir tan lejos, en nuestra propia provincia de Córdoba en Barrio Ituzaingó, la cercanía de viviendas familiares a campos de soja donde las fumigaciones eran moneda corriente, se llegaba a contaminar a los propios vecinos.
Desde el año 2001, 5 mil habitantes de ituzaingó comenzaron a denunciar casos de cáncer y malformaciones en niños producto del uso de pesticidas y agro tóxicos provenientes de empresas como Monsanto, Chemical y Bayer.
Las denuncias no fueron escuchadas hasta que se comprobó por estudios realizados de organizaciones ecologistas que el problema era de gravedad. Se estima un registro de 300 casos de cáncer y el 100% de análisis sanguíneos en niños, registran la presencia de agroquímicos.
Después de intensas manifestaciones, en su mayoría realizada por las Madres de Barrio Ituzaingó, se pudo cambiar la fuente de agua potable con alta concentración de arsénico, se retiraron los transformadores de energía que contenían PBC y se pavimento el barrio para disminuir el polvo en suspensión, pero la instalación de Monstanto en Malvinas Argentinas profundiza la preocupación de los ciudadanos cordobeses.
Como estos ejemplos, sería interesante que empecemos a informarnos y preocuparnos por lo ocurrido para que no vuelva a suceder. Desde que prendemos una luz, abrimos el grifo de una canilla, utilizamos el aire acondicionado, depende de nosotros y nuestras acciones el cuidado del planeta.
Dejemos de lado nuestros caprichos y una confusa ideología de una vida de consumo masivo, donde cada vez imitamos a países que dañan el propio medio ambiente y por ende se dañan a sí mismos.
Es notable la conciencia de algunas personas, pero no alcanza sólo con preguntarse y lamentarse. Somos una gran cantidad de habitantes que consumimos innecesariamente, midamos nuestros actos, dejemos de ser marionetas de un sistema de consumo, empecemos a pensar.
En la encíclica "Laudato Sí" del Papa Francisco I, los principales temas tratados son mencioados anteriormente.
El papa realiza una reflexión sobre los daños de la humanidad hacia la naturaleza, estos daños provenientes de nuestro propio consumo. Aquí no se trata el tema de ser o no de una religión, creer o no en Dios, si no de ampliar el debate y generar alternativas para proteger el medioambiente.
El mensaje es para todos sin exclusión alguna, si queremos respirar aire puro, si queremos disfrutar de nuestra tierra sin hacerle daño, empecemos a escucharla llorar y respondamos.
Por Julieta Villarroel
*Est. de Periodismo/jproel@hotmail.com
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