Federico Moccia
Cuando menos te lo esperas encuentras la fuerza en tu interior, te levantas, decides vivir y te pones a ganar. Porque después de la tormenta siempre llega la calma, no hay excepciones a esta regla.
Cuando menos te lo esperas te encuentras a ti mismo, comienzas a ser quien quieres ser, haces lo que deseas hacer, dejas de preocuparte por no decepcionar y te encaminas hacia donde realmente quieres ir.
La cárcel más grande está en tu mente
He aprendido que el mundo te quiere rápido para que llegues a tiempo. Te quiere veloz para recordar solo el sonido de tus pasos y es por eso que, cuando te acuerdas de que no vas a ningún lado, aceleras.
Entonces, de lo que se trata es de comprender que no consiste en ir rápido por la vida, sino en caminar con calma, en aprender de cada momento, por
malo que sea, porque cada suceso nos tiene que decir algo.
Si algo sabemos es que vivir es complicado, pero resistir el vaivén de nuestro barco en alta mar lo es aún más. Sin embargo, lo cierto es que no hay caminos intransitables, pues si nos tropezamos mil veces, es obligado levantarse mil y una.
Un día, de repente, comenzarás a ganar batallas
Tarde o temprano todas las piezas acaban encajando. Hasta entonces, ríete de la confusión, vive el momento y entiende que todo sucede por algún motivo.
Sé fuerte, resiste y trabaja por pelear sin miedo porque la dificultad de algo aumenta en la medida en la que dejas de intentarlo y la vida es lo que ocurre hoy, no mañana.
Se suele decir que lo bueno de tocar fondo es que ya no podemos hundirnos más, que cogemos impulso y que salimos a flote. La clave está en mirar insistentemente hacia arriba, pisar firme y salir.
Siempre podemos hacer pie en la zona que más cubre de nuestra piscina, aunque no “hagamos cabeza”. Se trata de impulsarse para salir a flote. Todos sabemos salir, es supervivencia, es instinto.
Como se dice, en el tocar fondo de la vida, la clave es no mentirse, admitir y aceptar lo que nos negamos a ver, valorar lo que la tristeza viene a decirnos y sanar nuestras heridas emocionales.
¡Siempre sale el sol!
Y de repente pasa, algo se acciona, y en ese momento sabes que las cosas van a cambiar y han cambiado. Y a partir de ahí nada volverá a ser lo mismo… NUNCA
A tres metros sobre el cielo
Sufrimos más de la cuenta por lo que no tiene solución. Vivimos deseando la estabilidad y la permanencia, pero no nos damos cuenta de que nada es fijo, lo construido se derrumba, lo querido se “desquiere”, lo poseído se pierde…
Aceptar que nuestra vida está en continuo movimiento es la manera de impulsarnos y salir a flote para ver el sol. Nos hemos roto y nos han quebrado, pero hemos sido capaces de soldar esas heridas, de perdonar y de perdonarnos.
Es importante que nos permitamos el colapso, tocar fondo nos da excesivo miedo. La clave está en no dejar el barco a la deriva, en no amoldarnos ni dejarnos llevar, lo realmente valioso es lo que cuesta, es en lo que ponemos el corazón.
Derribar los muros más inmensos abre ante nosotros un nuevo horizonte y permite que nos pongamos otras gafas para contemplar la vida y seguir subiendo en silencio peldaños tan costosos como los anteriores que, además, dejarán un abismo ante nosotros.
Entonces, cuando escuchemos el eco desesperado del vacío, oiremos que nuestra vida nos susurra que resistamos porque seremos felices, pero primero nos toca ser fuertes.
Por: Raquel Aldana
http://lamenteesmaravillosa.com/cuando-menos-te-lo-esperas-todo-sale-bien/
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