14 de enero de 2016

UNA REFLEXIÓN DESDE EL METRO DE PARÍS



Borren las líneas de batalla, mis hermanos y hermanas. Hoy iniciamos la construcción de un nuevo mundo.

Vi a una paloma atrapada en la estación subterránea del metro. Como el corazón humano, agitaba frenéticamente sus alas en el intento de recuperar la increíble libertad que seguramente conocía antes de su descenso. Por ahora, a pesar de su aleteo, esta cueva sigue siendo su pequeño reino. Aunque esta ave es magnífica batiendo sus alas, nunca utiliza su prisión temporal como excusa para renunciar a su potencial, o cerrarse a sí misma a la enormidad de su pequeño corazón palpitante, o a la magnificencia de cada respiración.

A veces una realidad caótica irrumpe en nuestras vidas personales. Tanto en lo externo, como en lo interno, surgen explosiones inesperadas, rupturas repentinas en cuanto a lo que parecía cierto, traumas - experiencias que no somos capaces de admitir. Nuestras viejas concepciones de normalidad son destrozadas, y nos encontramos una vez más sin un suelo que pisar, en un lugar nada seguro, incierto, no tenemos nada a qué asirnos, nos vemos

luchando para dar sentido a todo antes de que sea demasiado tarde, anhelando un momento diferente, una realidad diferente, otra oportunidad. Las claridad, las alegrías, las iluminaciones, las revelaciones de ayer parecen estar a miles de kilómetros de distancia, como si hubieran sucedido en otra vida. Quizás así fue.

Porque sólo hay esta vida. Este día. Este momento. Y en medio de la tormenta, somos invitados nuevamente a recordar y a no olvidar nuestra propia presencia, nuestro suelo, el principio inmutable en medio de este cambio devastador. Y a conocer la presencia de los demás como nuestra propia presencia, brillantemente disfrazada, más allá de la raza, la edad, la religión, incluso de la creencia. A nunca dejarnos llevar por las apariencias. Cada uno creyendo que es ‘único’ y separado, cada uno buscando al Uno, cada uno en su propio y arriesgado camino hacia el Sol, batiendo sus alas en la única manera que saben hacerlo.

El amor es como el fuego. Puede quemar, pero también puede iluminar, y sanar, y templar nuestros deditos congelados, y nos mantuvo vivos por todos esos años antes de que el futuro llegara, cuando nos acurrucábamos todos juntos en la noche en cuevas y contábamos historias de pérdida y valentía, y hoy debe parecer como una utopía imposible.

Utopía. Ese buen lugar. El lugar que no puede ser, hasta que el tiempo desaparece.

Estoy enamorado del aleteo y de las heridas que nos vuelven humildes y que nos ayudan a recordar ese calor compartido. No puedes llegar 'allá’, pero sigue intentándolo; el amor está presente hasta en al batir de unas alas diminutas.

- Jeff Foster






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