8 de enero de 2016

La diferencia entre la magia y la terapia (y entre los espíritus y los complejos psicológicos)

LA MAGIA Y LA PSICOTERAPIA OPERAN DE MANERA SIMILAR, SÓLO QUE UNA CONSIDERA QUE LOS DEMONIOS O ESPÍRITUS SON INTERNOS Y OTRA QUE EXISTEN EN EL MUNDO EXTERNO.

                                                                    

Es posible que la magia y la psicoterapia, especialmente variantes como el psicoanálisis, tengan más en común de lo que se piensa. El significado original de la palabra “psicología” es, por supuesto, “el estudio del alma” (aunque en nuestra época materialista, psique sea sólo mente sin ningún componente espiritual). Así que tanto la magia como la terapia lidian de alguna forma con espíritus o entidades inmateriales (más allá de que estos sean considerados ficciones o alucinaciones que hay que sanar o exorcizar de alguna forma). Sabemos también que uno de los grandes “terapeutas” del siglo XX, Carl Jung, en su última fase equiparó a la psicología con la alquimia, viendo en la alquimia un proceso de individuación o  transformación psicológica y, a su vez, en la psicología un proceso alquímico, en el que el alma humana es la piedra filosofal. En Jung también tenemos psiques pobladas por una hueste de espíritus (que llamó arquetipos), patrones inmateriales que in-forman y moldean la psique individual y colectiva y que se personalizan, de la misma manera que en la magia un espíritu se manifiesta bajo un cierto patrón de formas recurrentes, tomando, como si fuere, una personalidad.
Duncan Barford escribe en su libro Occult Experiments in the House:
La diferencia entre la magia y la terapia es que, para la magia, la verdad yace en la experiencia, mientras que la terapia se ocupa de cuestiones
de “significado” e “interpretación”. El terapeuta traza el significado de los síntomas de regreso al inconsciente, una y otra vez. En otras palabras, los asuntos que salen a la superficie son tratados como productos de asuntos más profundos en un nivel más superficial. Todo se trata de estos asuntos. La magia en cambio, permite que experimentemos un asunto directamente  como algo diferente a nosotros –como un “demonio”, un “ángel”, o algo más.
En la magia, entonces, ocurriría un proceso psicológico de proyección, en el que no es necesaria la sanación a través del significado sino a través de la inscripción psicológica que produce la experiencia en la psique. Así un arquetipo, un complejo o un trauma serían demonios externos; los traumas y los complejos o demás entidades psíquicas serían demonios internos. En la magia el teatro es el espacio externo; en la psicología el escenario es la mente.
Barford define una experiencia paranormal como una experiencia tan intensa y radicalmente distinta a la conciencia ordinaria que “el interior se derrama sobre el exterior”. Un punto en el que el contenido psíquico se engarza con el mundo externo de los fenómenos, en un continuum, que podríamos llamar mente-espacio-tiempo. Jung tenía un término para estos momentos de zurcido psicoespacial, los llamó “psicoides”, arquetipos psicofísicos que existían dentro de la mente y también en el mundo. La teoría de la sincronicidad del psicólogo suizo se fundamentó en cierta forma en la existencia de esta conexión significativa entre el mundo externo y la mente, de  tal forma que se consideraban interdependientes.
Para completar esta idea resulta apropiado invitar al cónclave al ocultista británico Aleister Crowley, quien hace más de 100 años ya notaba un factor psicológico en la magia y en la misma identidad de los espíritus, genios o demonios que eran invocados e interactuaban con el mago.Crowley en su amplia obra mágica, se refiere a las entidades que conjura como porciones de su psique y otras veces les confiere autonomía. En su introducción a la Goetia, Crowley escribe:
Los espíritus de la Goetia son porciones del cerebro humano. Sus sellos representan métodos de estimular o regular regiones particulares.
Crowley, pese a toda su parafernalia y su complicado grimorio espiritista, es claramente consciente de que el fin de la magia es transformar la propia psique. En el mismo texto, Crowley explica que “los nombres de Dios” son vibraciones orientadas a rendir a la voluntad del mago ciertos aspectos de la mente humana y que cada espíritu obedece a cierto poder mental. La magia, como la cábala, como la meditación y la alquimia parecen tener este mismo sentido práctico de ciencias de transformación espiritual (unas más misteriosas y elaboradas). Más cercana a una mentalidad espiritual y a una cosmovisión en la que no sólo la naturaleza está completamente viva sino que la mente participa en el poder vitalizador de la divinidad, la magia conjura toda una burocracia espiritual para servir al hombre en su proceso de transformación (un proceso que debe llevar paradójicamente a la aniquilación de la mente y toda la multiplicidad de entidades y fragmentos con los que se ha construido para finalmente unirse a la divinidad). Pese a todo su paganismo, la magia tiene un sentido esencialmente de devoción religiosa. Como Platón explica en el diálogo de Alcibiades, para los zoroastros, la magia es la adoración de la divinidad. Una definición a tomar en cuenta puesto que la palabra magia proviene de hecho de los persas y del culto de Zoroastro. 
Todo lo anterior nos lleva a otra pregunta, ¿realmente la mente y el espacio son dos cosas distintas?. Si fueran lo mismo, un mismo continuum de aparición y manifestación de fenómenos, solamente separados por la efímera fijación en un punto de la conciencia–que se mueve de lo universal a lo personal y de regreso– la pregunta sobre si los demonios o los espíritus son fabricaciones de nuestra propia psique, sería inútil. Podríamos responder sin ninguna contradicción que los espíritus existen y no existen, están afuera y están adentro. Lo que sí es que no podrían ser independientes, pero tampoco nosotros, ni ningún otro fenómeno tendría una existencia independiente.
Twitter del autor: @alepholo



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