Estás despierto.
Eres sensible.
Sientes todo.
A veces desearías no sentir nada.
Pero lo sientes.
Las profundidades de la soledad.
Las alturas de la alegría.
A veces todo eso se siente como si fuera demasiado.
A veces sueñas con adormecerte a ti mismo.
Resulta demasiado, vivir tan cerca de la vida, tan cerca de la muerte, tan cerca de ti mismo.
Pero entonces, te das cuenta de que adormecer el dolor también adormecería la alegría.
Y te niegas a ser insensible como otros.
Así que caminas, tu corazón expuesto todo el día, cada
día, cada jodido día.
Inmensas tristezas que digerir.
Una dicha que se desborda como una catarata.
Incapaz de apagar todo eso.
Incapaz de huir.
(¿Hacia dónde huirías?
Sólo estás tú.)
Tú, y tu corazón abierto, en carne viva, roto.
Tú, y la emoción y el temor de estar vivo un día más.
¡Todo un día!
Sensible al más sutil parpadeo o aleteo de la experiencia.
A la brisa en tu rostro.
A la fisura en la vieja ventana.
A la telaraña en la penumbra.
A la contracción y expansión de cada sagrado aliento.
A una mañana transformándose en tarde.
A un secreto guardado o no.
A un plan colapsando en un esplendoroso No-saber.
Aceptarás esta intensidad, sí.
Te comprometerás con este vivir, sí.
Recorrerás esta camino, por supuesto.
A pesar de que dudes de él, a menudo.
No hay ningún otro camino para ti.
Sientes todo.
Eres sensible.
Estás despierto.
Y nuestro bullicioso mundo te necesita,
ahora más que nunca.
- Jeff Foster
(Arte: Carl Friedrich Wilhelm Trautschold)
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