Philip K. Dick es probablemente el novelista de ciencia ficción más influyente en la actualidad, luego de que se han filmado con gran éxito numerosas novelas suyas después de su muerte. Lo que resulta más enigmático de la obra de Dick es que en ella no se encuentran solamente los altos vuelos de un autor dotado de una gran imaginación sino las especulaciones metafísicas de quien fuera en los últimos años de su vida un místico atormentado por una extraña visión. En Dick tenemos quizás una versión posmoderna de lo que en la antigüedad, protegidos por una tradición y con todo un contexto de asimilación, eran los profetas.
El momento que alteró la vida y la conciencia de Dick hasta su muerte ocurrió en febrero de 1974. El 20 de febrero, después de que le habían removido las muelas del juicio, Dick pidió a la farmacia unos analgésicos. Una chica repartidora tocó a su puerta, al abrir Dick notó una medalla brillante con el signo cristiano del ichtus (el signo de Piscis). En lo que luego describiría como "la invasión de la mente cósmica", Dick entró en una suspensión temporal contemplando este símbolo:
En ese instante, mientra volteaba a ver el símbolo del pez brillante y oía sus palabras, experimenté de súbito lo que luego descubrí se conoce como anamnesis —una palabra griega que significa, literalmente, "pérdida del olvido". Recordé quién era y dónde estaba. En un instante, en un parpadeo, todo regresó a mí. Y no sólo podía recordarlo: lo podía ver. La niña era una cristiana secreta y yo también. Vivíamos con miedo de ser detectados por los romanos. Teníamos que comunicarnos con signos crípticos. Ella me había dicho esto y era verdad...
En su ensayo "How to Build a Universe That Doesn’t Fall Apart Two Days Later", Dick añade que en ese episodio de anamnesis "Me acordé de Jesús, que acababa de estar con nosotros y se había ido, pero que regresaría pronto". Compartía con la chica el deleite de la conspiración, una alegría secreta de que "más allá de las apariencias, Cristo iba a regresar". Aquí yace la clave de la teología gnóstica (devenida cyberpunk) de Dick: el mundo es el reino de la apariencia, el simulacro de un demiurgo, pero es nuestra labor recordar la verdad, de alguna manera diluir el programa artificial superpuesto para corregir, como si fuere, el error en el sistema. Una especie de tikkun en un mundo de realidad virtual: "¿Qué pasaría si nuestro universo empezara como algo no del todo real, una especie de ilusión, como la religión hinduista sostiene, y Dios, por amor y caridad hacia nosotros, lentamente lo está transmutando, lenta y secretamente, en algo real?".
Ilustración de Chris Moore a la obra "The Cosmic Puppets" de Dick
En las semanas siguientes a este episodio --curiosamente durante el período del Sol en Piscis-- Dick experimentó una serie de visiones y comunicaciones que ocuparían el resto de sus días en una labor de exégesis (más de 9 mil cuartillas reducidas a una obra póstuma de 900 páginas, The Exegesis). Las visiones provenían de patrones abstractos y de un "rayo láser rosa" que descargaba a su cerebro un flujo de información de carácter gnóstico. Dick intentó ficcionar este evento en ese experimento de especulación metafísica/autopsicoanalítica que es VALIS: Vast Active Living System, el nombre que Dick dio a la modalidad de un cosmos holográfico de información viviente que se había imbricado inextricablemente con lo real. Poseído por esta transmisión Dick escribía furiosamente en la noche psicografía religiosa y componía sus últimas novelas como una sola metanovela explorando con un prisma todos los ángulos de esta visión central. Al parecer nunca logró determinar bien la naturaleza de sus visiones y formar una cosmología coherente, sin embargo sí legó notables fragmentos que quizás algún día puedan considerarse escritura sagrada, retazos del Logos, del Verbo de la Luz.
En The Exegesis Dick cuenta haber sentido la impresión de por primera vez percibir la realidad "levantando una oclusión"... se presentó "una imagen inescrutable de lo que parecía información viviente, un campo unitario, presincronizado, de transformaciones autoemergentes... la premisa de que Dios se asegura de que comprendamos (eso es, que la experiencia sea inteligible) y que creamos (lleva la fuerza del absoluto)". Una enigmática relación entre comprender y creer, saber y tener fe como un mismo movimiento de la inteligencia que busca la divinidad. Quizás la misma relación que hay entre crear y percibir. Explica en otro fragmento:
Todo lo que pude descubrir fue que la imagen convencional que normalmente recibimos --y compartimos aparentemente-- no es en realidad lo que está ahí; lo que está ahí no está ni siquiera en el tiempo o en el espacio, ni tiene que ver con la causación. Parece que hay una mente y nosotros estamos en ella... Somos solamente células en una colosal y desaforada mente que hace la realidad y a la vez percibe la realidad --algo así, lo importante aquí siendo que existe una forma de relación entre la creación de la realidad y la percepción de la realidad-- el percipiente es el cosmogenitor, y también, el cosmogenitor es el inesperado percipiente de su propia creación.
Dick creía que en su nivel más profundo el cosmos era --lo que nosotros también somos en un nivel esencial-- una mente o alma y la realidad o el mundo que experimentamos un pensamiento. Pero desde el gnosticismo cristiano irredento, esta visión era angustiante para Dick puesto que la realidad que experimentamos, según él, es la de una mente de otra mente, una copia, una mente inferior a la de la unidad divina absoluta, la de un demiurgo maligno que usurpa el lugar del Creador. El pensamiento que tendía el demiurgo era una alucinación temporal, ese momento en el que Jesús había sido detenido y los cristianos perseguidos, "una prisión de hierro negro", la historia como un loop pesadillesco del cual no podemos despertar. En otro fragmento de la monumental Exegesis, Dick dice: "Valis en mí era mi propia mente, era Dios pero Dios caído, olvidadizo, desintencionado cosmogenitor del mundo. La 'computadora binaria' con el switch que genera la 'info que hipostasiamos como el mundo' es mi propia mente creando irreales mundos-prisiones para mí".
El hilo de las especulaciones de Dick es fascinante y el lector habrá reconocido en él no sólo la trama de algunas de sus novelas sino de innumerables argumentos que han sido explorados por decenas de series y películas, entre ellos la misma The Matrix. Perseguirlo nos podría colocar en el centro del laberinto y no estamos seguros de contar con la asistencia de Ariadna y su hilo psíquico. Sin embargo, quiero detenerme, para concluir prontamente, en esta idea fascinante de que la Mente o Valis crea la realidad a la vez que la percibe, una intuición que explica de alguna manera el paso o tránsito del Creador a la Creación, siendo a la vez lo que se percibe y quien percibe, una intuición que resuena por supuesto con la noción hinduista de Vishnu como la sustancia misma del cosmos y la experiencia subjetiva del cosmos a través de su desdoble material avatárico (por ejemplo Krishna, cuyo epíteto es "el supremo gozador" del universo, una extensión de la personalidad suprema para experimentar el deleite múltiple de la forma). Un universo creado para ser experimentado por el Único.
La misma idea la podemos encontrar --bajo cierta licencia interpretativa-- en la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica: el acto de observar es lo que determina la realidad que emerge. Antes de medirse, las partículas no tienen estados fijos, existen en superposición, son de hecho todas las cosas, nadando en el mar indiferenciado de lo infinito. Es la mirada del científico en el laboratorio, la mirada extendida a través de la tecnología, pero mirada al fin, la que hace que la unidad se desdoble en multiplicidad: una partícula que aparece separada y con una realidad relativa a la observación.
El mundo es la mirada de la Mente Divina que se mira a sí misma... y se abisma en sí misma, se hechiza y se olvida... hasta que despierta. Un parpadeo en la mente de Brahma... En el Poimandres de Hermes se habla de cómo el Hombre Cósmico Andrógino descendió al mundo reflejando su imagen en el espejo de la materia, atrayendo a la naturaleza (a la Gaia-Sophia) con su divina semejanza y viendo en ella su misma divinidad, así atravesando la escalera de los siete planetas o siete poderes creativos por el deseo de crear su propia obra. De nuevo una creación-percepción: el acto de ver su imagen en el agua --un ardor en las olas-- es el amanecer del mundo. Rene Schwaller de Lubicz, el autor intelectual del misterio de Fulcanelli, dice en El templo del hombre: "La unidad crea al 'mirarse a sí misma'". Y, como Dick, sostiene también que existimos en (somos) una Mente Cósmica: "el universo no es más que conciencia, y en su aparición no es más que evolución de conciencia de principio a fin, el final siendo un regreso a su causa. Es el propósito de todas las religiones iniciáticas enseñar el camino que lleva a esta última integración". Tal vez este era el secreto de la luz en el collar de la chica que tocó a la puerta, luz que se reflejó en los ojos de nuestro moderno profeta.
Twitter del autor: @alepholo
http://pijamasurf.com/2016/03/vivimos-dentro-de-una-mente-cosmica-que-crea-la-realidad-al-percibirla/
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