A pesar de no ocupar con la importancia que deberían las páginas de los medios de comunicación de masas, más proclives a defender los intereses espurios de unos pocos, que los del conjunto de los ciudadanos, los OMG (Organismos Modificados Genéticamente) tal y como se interpretan hoy en día, son una seria amenaza para el futuro de nuestros hijos y para toda la Vida sobre la Tierra. Mucho más seria y grave que los “terribles” virus “pandémicos” con los que nos amenazan cíclicamente.
En este artículo se desmenuza la naturaleza de los OMG, su evolución en los últimos años y qué es lo que se esconde a todos los niveles tras estas auténticas “cajas de Pandora”.
¿Qué es un alimento transgénico?
Un alimento o cualquier organismo vivo con características transgénicas, es aquel al que se la ha introducido por la fuerza, información genética de otra especie. A modo de recordatorio, podemos decir, que esta “información genética”, no es más ni menos que una clave o código molecular recogido en el núcleo de las células de todos los seres vivos. Ese código dispone de capacidad de duplicación (se transmite de célula a célula y de padres a hijos), y en él se hallan almacenadas las instrucciones que las células necesitan para producir algunas sustancias importantes que dan forma a lo que somos a nivel físico.Esto es así, desde la más pequeña de las bacterias hasta el ser humano, pasando por todos los organismos vivos de la creación. Toda la Vida sobre el planeta comparte las letras con las que esas instrucciones están escritas. Sólo nos distinguimos, a este nivel, por las palabras, frases y discursos que con ellas la Vida compone. Sin embargo, todos los organismos hablan el mismo idioma: el de los nucleótidos.
Esto es lo que hace posible que podamos introducir palabras de unos discursos en otros. Porque la
ingeniería genética, para que nos entendamos, hace básicamente esto: meter en un discurso, perfectamente hilvanado y armonizado por la naturaleza durante miles de millones de años, palabras o frases, sin pararse a mirar como queda el conjunto: si la frase introducida es coherente con este o no, o si la misma está alterando el significado de lo que se quiere decir. Todo ello solamente porque en ese momento, a un grupo de personas, les interesa que la frase en concreto quede, a sus ojos, más “bonita”.Y todos comprendemos, salvando la distancia, que una frase introducida a deshora, contraviniendo el mensaje general que se busca transmitir con un discurso o mensaje, puede arruinarlo completamente. Máxime cuando esa obra es patrimonio de todos nosotros y de todos los Seres Vivos, y no de esas personas.
¿Qué diría la sociedad, si por ejemplo, al sagrado Quijote, se le quisiese cambiar alguna de sus frases por el interés, digamos, de algún grupo de presión literario? Bien… Pues para que nos entendamos: el Quijote no codifica la Vida de todos los seres de este planeta, ni tiene una trayectoria de 3000 millones de años.
Ingeniería genética vs. hibridaciones convencionales
¿No es la ingeniería genética acaso, lo mismo que lleva haciendo el ser humano desde hace miles de años con las hibridaciones (los cruces entre diferentes variedades o especies), para obtener mejores productos? ¿No es acaso lo mismo que ha hecho la ganadería o la agricultura durante siglos y que tantos beneficios ha aportado a las sociedades humanas desde el neolítico? Este, que es precisamente uno de los principales argumentos que maneja la industria biotecnológica para defender sus tesis, es un punto fundamental, a nivel filosófico, para comprender el entramado de desinformación y confusión que se oculta tras los OMG.
La principal y más sencilla diferencia, estriba, en que en una hibridación convencional, el ser humano no es más que un proponente. Siempre está a lo que la naturaleza decida. En ese caso, el ser humano intenta mezclar, una variedad de la misma especie, por ejemplo de patata o maíz, o incluso especies distintas (por ejemplo el caballo y el asno), pero la que tiene la última palabra y de manera inmediata es la Naturaleza. Si el cruce es viable, es decir asumible para el conjunto del ecosistema terrestre, el proceso de reproducción va a seguir su curso y obtendremos lo que queremos. Si el cruce no es naturalmente viable, la propia naturaleza lo va a abortar y no obtendremos el cruce que pretendemos. O tal vez, tras unas generaciones de pequeñas adaptaciones (con paciencia y humildad) tiempo suficiente para que la naturaleza pueda asumir en su conjunto el nuevo cambio, obtendremos el fruto. Es el caso del perro, “creado” a propuesta del hombre por este sistema a partir del lobo, con la connivencia de la inteligencia natural. Hay casos incluso, en que, siendo la reproducción entre dos especies posible, la Naturaleza nos sugiere que no es conveniente que surja una nueva, y surgen individuos estériles. Tal es el caso de la mula, que aun siendo viable, no puede reproducirse, no puede extender sus genes mezclados al ecosistema.
El caso de la transgenia es bien distinto. Un ser humano decide que una característica de una especie es “buena”, según sus intereses, para otra especie. Pero lejos de proponer, como en el caso de la hibridación, impone que esa característica es adecuada, forzando a la naturaleza de manera química, anulando sus sistemas de defensa, a que la nueva especie la admita. No “pregunta” si el cambio es adecuado para el conjunto del ecosistema, no espera a que la naturaleza se adapte en un tiempo prudencial, no. Impone un punto de vista miope y la inmediatez de un capricho. Cuando esto ocurre, cuando se tiene esta exagerada avidez ¿a qué intereses se nos ocurre que puede responder?
Además no se introduce una característica de una especie de cercana evolución, no, se inserta una característica de un insecto en una planta, o la característica de un insecto en un vertebrado superior, o la de un vertebrado superior en una planta…
La naturaleza del ADN es la clave
El ADN contrariamente a lo que se postula por la desinformación sembrada por un paradigma de conocimiento en su mayor parte caduco, es una estructura altamente dinámica (como todo lo vivo), en evolución continua, y expuesta a múltiples influencias. Pero por otra parte, como es el guardián último de lo que somos, tiene que mantener un control y un filtrado sobre estos cambios para evitar que los mismos, pongan en entredicho nuestra identidad física como perteneciente a una especie, así como el equilibrio de conjunto del ecosistema. Es este juego, este hermoso y delicado equilibrio inestable, entre las tendencias “transformadoras” y las “conservadoras”, entre lo “constructivo” y lo “destructivo”, o como dirían los chinos, entre lo “Yin” y lo “Yang” lo que propicia la Vida y todo lo “Creando” (*).
Es por eso, que en el propio genoma encontramos sistemas de protección frente a las llamadas mutaciones “aberrantes”: cambios (aparición de nuevos genes o “alelos”, versiones de un mismo gen) muy radicales que pudieran poner en peligro al individuo, a la especie o al ecosistema. Cuando estas mutaciones se producen de manera natural sin intervención directa, estos sistemas de protección actúan y eliminan los genes peligrosos. Por lo general si son mutaciones beneficiosas para el individuo, el entorno, y la finalidad de la Vida, se permiten. Es de hecho este, el mecanismo por el cual se ha producido la evolución de las especies y la aparición de seres de sensibilidad tan desarrollada como los mamíferos superiores.
Es por eso, que en el propio genoma encontramos sistemas de protección frente a las llamadas mutaciones “aberrantes”: cambios (aparición de nuevos genes o “alelos”, versiones de un mismo gen) muy radicales que pudieran poner en peligro al individuo, a la especie o al ecosistema. Cuando estas mutaciones se producen de manera natural sin intervención directa, estos sistemas de protección actúan y eliminan los genes peligrosos. Por lo general si son mutaciones beneficiosas para el individuo, el entorno, y la finalidad de la Vida, se permiten. Es de hecho este, el mecanismo por el cual se ha producido la evolución de las especies y la aparición de seres de sensibilidad tan desarrollada como los mamíferos superiores.
La transgenia, por las intenciones e intereses que representa, no puede permitirse que los cambios que introduce en el genoma no fructifiquen. Por ello, primero, para introducir los nuevos genes, tiene que utilizar como vector de transmisión, ADN retroviral: un virus literalmente. Acto seguido, y para evitar que los mecanismos de defensa del ADN del individuo huésped lo puedan eliminar, como ocurre por ejemplo en una gripe, se le aplica un pegamento químico. Aunque ahora hayan surgido nuevas técnicas de inserción genética, en teoría menos peligrosas que la introducción violenta de ADN viral, las consecuencias son las mismas: la introducción por la fuerza de ADN extraño. Esto representa para el sistema inmune una agresión en toda la regla. Una agresión que además es persistente. En definitiva, una constante provocación, una tensión continua que nadie sabe a ciencia cierta por donde puede derivar.
Por otra parte, un organismo no es un ente aislado, se relaciona, intercambia información genética con otros organismos, se reproduce… Transfiere, en definitiva, esa bomba de relojería con su tictac impredecible, a otros individuos, pudiendo poner en peligro a la larga, no sólo a la especie sino a todo el ecosistema terrestre como anticipábamos en la cabecera de este artículo. Por poner un ejemplo práctico, ciertas características genéticas de los organismos de una especie que crece en un prado, se transmiten a organismos de especies emparentadas, que residen en la vecindad. En este caso en un mismo campo de cultivo. Esto que está ocurriendo ya, ha provocado que variedades de malas hierbas, que desde tiempos inmemoriales han medrado entre los cultivos, estén desarrollando las mismas agresivas defensas contra las plagas y los herbicidas que las plantas manipuladas genéticamente (con lo que se aumenta exponencialmente las necesidades de sustancias tóxicas químicas que las “controlen”).
De hecho, la “polinización cruzada”, que es como se denomina a este fenómeno entre las plantas, no es más que lo que en un términos más abstractos y generales, viene a llamarse “Transferencia Horizontal o Lateral de Genes”. Es este un proceso que contrariamente a la más conocida Transferencia Vertical de Genes (genes legados por el padre-madre), hace que un organismo incorpore material genético de un organismo que no es su progenitor. Se dan en todos los reinos de la naturaleza y se especula, hoy en día, con que esta sea la vía principal de transferencia genética en los organismos unicelulares, más incluso que la propia reproducción. De hecho estos descubrimientos están trastocando los cimientos de la visión convencional determinista genética. Algunos autores hablan ya de un “nuevo paradigma en la Biología”.
Todo esto apunta a uno de los más graves problemas que acarrea la ingeniería genética, que como veremos en la segunda entrega de este artículo, es una de las más temibles y poderosas armas de esta industria: su incontrolabilidad.
¿Por qué surge la ingeniería genética? ¿Quién está detrás de su desarrollo?
Desde su advenimiento, se nos ha intentado vender la idea de que la ingeniería genética surge, desde el infinito corazón de determinadas mentes preclaras, para salvar al ser humano de una de sus peores miserias: el hambre. La realidad es bien distinta, y está bastante lejos de ser un cuento de hadas “a la americana”. Disney hace tiempo, para bien o para mal que no está entre nosotros.
El surgimiento de la ingeniería genética a nivel internacional, se enmarca en una estrategia mercantilista, elaborada y meditada durante décadas, para el control del inmenso negocio agroalimentario mundial, que incluye no sólo a los alimentos, sino también al boyante negocio de los productos químicos, y como tales la multibillonaria orgía de venta de fármacos. Hay varias empresas. No muchas ya la verdad, debido al monstruoso tamaño que han alcanzado, a razón de las constantes absorciones y fusiones. Pero quizás, la más representativa, sea una que seguro suene a casi todos: Monsanto. Esta compañía “maldita”, se erigió desde el principio como uno de los puntales de este macronegocio, y nos puede servir perfectamente de modelo para describir la naturaleza de los intereses que desvelamos en este texto.
Monsanto, nació a principios del siglo XX como una pequeña fabrica de químicos a orillas del río Missisipi en Sant Louis, EEUU. Ya por aquel entonces, recibió varias denuncias en su comunidad, por la peligrosidad de sus vertidos. Aprovechando, que la química se convertiría en una de las “vedettes” de la política de desarrollo del siglo pasado, entró, con el advenimiento del DDT en 1938, en el mundo de los pesticidas y herbicidas agrónomos:
- Es, entre otras cosas, una de las empresas responsables de la creación y de la posterior irresponsable propagación por todo el planeta, de moléculas sintéticas tan dañinas, contaminantes e indegradables por la naturaleza, como los PCB’s, las dioxinas o los furanos, conocidos por sus perniciosos efectos sobre la fertilidad y el sistema hormonal de los animales y seres humanos.
- Fue, junto con otras empresas, uno de los principales creadores-vendedores durante la guerra de Vietnam, del tristemente famoso “agente naranja”, un herbicida que se lanzaba a la selva vietnamita para impedir que creciera el follaje y que masacrara a miles de adultos y niños, que dejó secuelas que aún perduran, 40 años después en plantas, animales y humanos.
- Durante años, en una estrategia perfectamente calculada y planificada, como decíamos, Monsanto y otras compañías de su mismo sector, el químico, han conseguido controlar el mercado de alimentos básicos del ser humano, adquiriendo las mayores empresas comercializadoras de semillas en todo el mundo. Se puede decir, que actualmente, el mercado de semillas más consumidas por el hombre (arroz, trigo, avena, centeno) está en manos de 3 o cuatro grandes corporaciones: Dupont (la más grande), Monsanto (Pharmacia & Upjohn), Sygenta, y Sanofi-Aventis. No les vale, vender los pesticidas, y comercializar con las semillas de las que obtienen inconmensurables beneficios, no. Ahora quieren modificar las mismas para poderlas patentar e imponer sus royalties y sus tasas a todo aquel que, en cualquier parte del mundo, se le ocurra plantar, por ejemplo, una vulgar semilla de trigo en su pequeña parcela de tierra.
Con estos antecedentes, se puede asegurar sin ningún género de dudas, que en ningún momento hubo en la mente de los creadores de pesticidas y herbicidas químicos, o en los de la comida transgénica (que son básicamente los mismos)ningún interés por ayudar a acabar con el hambre en el mundo, sólo ansia de “prestigio”, poder y dinero en sus corazones. Lo demuestra el hecho simple, de que hayan puesto su talento al servicio de los intereses de compañías multinacionales, tan demostrada y recurrentemente carentes de todo tipo de ética.
Se hace especialmente irónico y cínico, el que empresas como estas, se atrevan a disfrazar su verdadera vocación, bajo el eufemístico apelativo de “empresas de ciencias de la vida”. Son por decirlo claro, empresas que encarnan lo peor de un sistema económico, de una mentalidad y de una filosofía que está en la raíz de muchos de los males que aquejan al ser humano en nuestros días: el desprecio por lo más sagrado (la Vida y la Libertad de elección); la justificación de los medios a través de los fines; despojar al ser humano y a todos los seres vivos de este planeta de su dignidad, de su integridad (heredada y acumulada durante cientos de millones de años); para proporcionarnos una nueva, a su imagen y semejanza, y de, encima, obviamente y sobre todo, querer cobrarnos por ella.
Un escenario que ni Orwell ni Huxley hubieran podido imaginar en sus peores pesadillas, y que tal vez sólo la aguda, sabia y femenina intuición de Mary Shelley pudo atisbar en su entrañable (comparado con estos otros monstruos muy reales) y la vez terrorífico Frankenstein.
Un escenario que ni Orwell ni Huxley hubieran podido imaginar en sus peores pesadillas, y que tal vez sólo la aguda, sabia y femenina intuición de Mary Shelley pudo atisbar en su entrañable (comparado con estos otros monstruos muy reales) y la vez terrorífico Frankenstein.
Pero a pesar de toda esta ácida crítica, la principal y más grave responsabilidad no obstante, no deja de ser sólo nuestra. Estos monstruos tan reales, los hemos creado sólo nosotros. Cada ciudadano que se niega a ejercer como tal, cada ser humano que prefiere permanecer dormido y anestesiado por las píldoras de “comodidad”, desinformación e ignorancia que nos venden los de siempre. Antes solían venir envueltos en la solemnidad de las batas negras, ahora suelen hacerlo detrás de la de las batas blancas, como en el caso que nos ocupa. Nuestro futuro y el de nuestros hijos depende solo de nosotros.
Bibliografía:
“La guerra de los alimentos transgénicos”. Bill Lambrecht 2001. Ed. Integral.
“El hambre en el mundo y los alimentos transgénicos”. Antón Novas. Madrid 2005. Ed. Los libros de la catarata.
“El hambre en el mundo y los alimentos transgénicos”. Antón Novas. Madrid 2005. Ed. Los libros de la catarata.
Extraído del Blog “La Energía de la Salud y de la Vida”
http://elcosmovisionario.wordpress.com/2012/06/03/reflexiones-sobre-los-transgenicos-i/
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