9 de enero de 2014

Recordando Quiénes Somos


De modo que gran parte de la profunda insatisfacción de la vida moderna surge porque vivimos de una manera cada vez más desconectada. Ya es hora de que recuperemos nuestra reconexión con la vida.
Cuando la gente hablaba con Ajahn Chah generalizando sobre los europeos o los tailandeses, el sonreía y preguntaba: “¿el devoto campesino tailandés de tu izquierda o el famoso gángster tailandés de la cárcel local?”. Si hablabas de estar triste o feliz todo el tiempo, podía preguntarte. “¿Todo el tiempo?”. Incluso en el dolor más profundo, hay momentos en los que estamos ocupados y olvidamos que estamos sufriendo. Incluso en los momentos más felices, alguna parte de nosotros se pregunta: “¿Cuánto durará esto? ¿Qué vendrá después?”.

La psicología budista cree que la sanación se produce cuando aprendemos a movernos desde el mundo de los conceptos al mundo de la experiencia directa. Nuestros conceptos mentales y nuestras ideas sobre las cosas, la gente, los objetos o los sentimientos son fijos e inmutables. Pero la realidad de la experiencia es como

un río que siempre está cambiando. La percepción directa se encuentra bajo los nombres de las cosas para mostrarnos su naturaleza efímera y misteriosa. Cuando llevamos nuestra atención a la percepción directa de la experiencia, nos volvemos más vivos y más libres.

El concepto “manzana” es estático, un objeto en el pensamiento. Pero la experiencia directa de ver, sostener, comer una manzana es una sucesión de colores sutiles, formas y percepciones que cambian a cada minuto sin detenerse ni por un momento. Todas las cosas son iguales en esto: en un nivel existe un mundo aparentemente fijo e inmutable de conceptos, pero en otro, en la realidad inmediata, está el fluir de miles de percepciones sensoriales que parecen y desaparecen a cada momento. En la percepción directa, no hay una manzana sólida y no hay nadie sólito que la perciba.

Paradójicamente, desde luego, necesitamos utilizar los conceptos constantemente. Con sabiduría, aprendemos a utilizar los conceptos sin que nos engañen, sin perdernos en ellos. Tenemos que recordar nuestra dirección postal y el número de la seguridad social, a pesar de que en otro nivel no existe un yo separado e independiente. Cuando conozco a una persona, puedo observar de qué manera los conceptos de raza, clase y género son ciertos, pero que son sólo una parte limitada de la historia. Más allá de los conceptos, podemos ver la verdadera naturaleza de la persona que está ante nosotros.

Del mismo modo, la sabiduría nos revela que “poseer” es algo provisional. No poseemos nuestra casa, nuestro coche ni nuestros hijos. Simplemente nos relacionamos con ellos. Cuando más nos aferremos a la idea de “lo nuestro” o de poseer, mayor infelicidad cosecharemos. Si comprendemos esto podemos vivir como administradores, interesándonos por las cosas pero sin quedarnos atrapados en los conceptos del yo y de la posesión.

Incluso el tiempo es un concepto. En realidad siempre estamos en el eterno presente. El pasado es solo un recuerdo, el futuro solo una imagen o un pensamiento. Todas nuestras historias sobre el pasado y el futuro son solo ideas, que surgen a partir en el momento. Nuestra historia moderna está tan tiranizada por los objetivos, los planes y los programas de mejora que constantemente vivimos para el futuro.

Al comenzar un retiro, a menudo se invita a los participantes a quitarse los relojes. En la práctica de la atención plena, nos entrenamos para vivir el aquí y ahora. Porque en el aquí y ahora es donde el corazón se libera. La morada de la sabiduría es el ahora, las circunstancias cambiantes de este día son el ahora. Cuando no estamos preocupados por el tiempo, nos encontramos vivos en el presente.

Vivir el presente se hizo esencial para Margot cuando a su marido, Brian, le diagnosticaron un cáncer de páncreas. Fue un diagnóstico precoz y, después de quitarle el tumor, los médicos le dieron un 50% de probabilidades de vivir durante tres años. Brian, una persona tranquila con una larga historia de práctica en meditación y una buena red de apoyo que le ayudó, mantuvo una actitud de aceptación equilibrada. Margot tuvo más dificultades que su marido. No podía dormir. Estaba preocupada todo el tiempo. Después de varias crisis de angustia, sus amigos e hijos mayores se asustaron. Ella vino a verme.

Empezamos a trabajar tanto en el nivel universal como en el personal. Era muy posible que Brian muriese. La muerte es algo natural. Muchas personas tienen cáncer y algunas morirán este año. Otras vivirán más años y después morirán. Lo mismo que ella. Éste es nuestro destino humano. Nos sentamos con todo su dolor –miedo a la muerte, la soledad y el abandono, lo que lamentaba- respirando, sosteniéndolo todo con la atención plena y la compasión.

En esa época le propuse a Margot que practicase vivir en el presente. Con la atención plena, empezó a sentir su cuerpo y a centrarse en sus sensaciones.

Podría sentir su tensión, pero también podía escuchar el graznido de una urraca al otro lado de la ventana y ver la luz creciente al amanecer.

Al entrar en contacto con los sentidos, pudo darse cuenta de que su preocupación y angustia eran producto de sus historias imaginadas de terror, no de verdades del presente.

Margot también aprendió a andar de forma consciente para sentir sus pasos, para tocar la tierra en el aquí y ahora. En el tiempo que duraron las visitas al hospital y el tratamiento de Brian, en su larga lucha contra el cáncer, Margot trabajó con esmero con la atención plena para estar en el presente. Decía que era su único alivio.

De modo que gran parte de la profunda insatisfacción de la vida moderna surge porque vivimos de una manera cada vez más desconectada. Ya es hora de que recuperemos nuestra reconexión con la vida.

Cuando recordamos quiénes somos realmente, unimos lo personal con lo universal. En vez de volvernos más incorpóreos o espiritualmente rígidos, contemplamos con sentido del humor toda la danza de la vida, y todo se vuelve más fácil y más ligero. Podemos hablar de las hortensias de nuestro jardín, vigilar el colesterol, manifestarnos contra la injusticia y recaudar dinero para los supervivientes de un tsunami o un terremoto. Y podemos descubrir en cada persona su nobleza y belleza intemporal, más allá de la edad, el sexo y la raza. Podemos aceptar las estaciones siempre cambiantes de la vida y conocer su fugaz danza efímera.

Honrando la paradoja de nuestra verdadera naturaleza, podemos reírnos con sabiduría y cuidar con ternura cada precioso día que nos ofrece.



Extraído del libro “La Sabiduría del Corazón” de Jack Kornfield


http://elcosmovisionario.wordpress.com/2013/02/13/recordando-quienes-somos/

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