6 de enero de 2014

LA RUPTURA CON EL PASADO


Sólo los fantasmas se revuelcan en el pasado, explicándose a si mismos con descripciones basadas en sus vidas ya pasadas. Tú eres lo que eliges ser hoy en día, no lo que antes elegiste ser.

¿Quién eres? ¿Cómo te describes a ti mismo? Para contestar estas dos preguntas tendrás sin duda que referirte a tu propia historia, a un pasado ya vivido, pero al que sin duda sigues ligado y del que te parece difícil escaparte. ¿ Cómo te describes a ti mismo? Son pequeñas etiquetas muy ordenaditas que has ido acumulando durante toda la vida? Tienes acaso un cajón lleno de autodefiniciones que usas regularmente? Algunas de ellas pueden ser tan grandilocuentes como: Yo soy una persona muy nerviosa; soy tímido; soy perezoso; no tengo oído musical; soy torpe; soy muy olvidadizo, y todo un catálogo de cosas que eres y que usas. Sin duda tienes también una serie de “Soy” positivos como: soy muy cariñoso; soy amable; y juego bien al bridge. No hablaremos de ellos aquí ya que el propósito de este capítulo es de ayudarte a crecer y desarrollarte más que aplaudirte por las actividades en las que estás operando eficientemente.

Las autodefiniciones no son inadecuadas por naturaleza, pero pueden ser usadas de forma perjudicial. El hecho

mismo de etiquetar puede ser un impedimento para el desarrollo de la personalidad. Es fácil usar la etiqueta como excusa para seguir igual. Sren Kirkegaard escribió: “Si me clasificas (o me etiquetas), me niegas”. Cuando el individuo tiene que estar a la altura de la etiqueta que lo clasifica, el ser deja de existir.

Y pasa lo mismo con las autoclasificaciones. Es muy probable que al identificarte con tus etiquetas clasificadoras te estés negando a ti mismo, en vez de aprovechar tu propio potencial de crecimiento.

Todas las autoclasificaciones proceden del pasado histórico del individuo. Pero el pasado, como dijo Carl Sandbug en Prairie, “es un cubo lleno de cenizas”.

Trata de averiguar hasta qué punto estás encadenado a tu pasado. Todos los “Yo soy” autodestructivos provienen de estas cuatro frases neuróticas:

(1) “Así soy yo.”

(2) “Yo siempre he sido así.”

(3) “No puedo evitarlo.”

(4) “Es mi carácter.”

Ahí están todas en un paquetito. Las trabas que te impiden crecer, cambiar y hacer tu vida (desde este momento en adelante, que es la única vida que tienes) nueva, estimulante y llena de momentos presentes plenos y felices.

Conozco a una abuela que, todos los domingos cuando recibe en su casa a su familia para comer, decide cuánto va a comer exactamente cada persona y deliberadamente calcula las porciones que pone en cada plato de acuerdo con sus propias especificaciones. A cada persona le da dos pedazos de carne, una cucharada de guisantes, unas patatas y así con todo. Cuando le preguntan: “¿Por qué haces eso?”, contesta diciendo, “Oh, siempre he sido así”, ¿Por qué? Porque “Así soy yo”.

La razón del comportamiento de la abuela procede de ; su propia etiqueta que a su vez procede de un pasado en el que siempre se ha comportado de esa manera.

Hay personas que usan las cuatro frases a la vez cuando se cuestionan sus comportamientos. Si le preguntas a alguien por qué se perturba tanto al oír hablar de accidentes, puede que te responda: “Oh, así soy yo, siempre he sido así, realmente no puedo evitarlo, es mi carácter,”. Las cuatro a la vez, todas y cada una le sirven para explicar por qué nunca será diferente ni considerará la posibilidad de cambiar.

Tus “Yo soy”, que describen un comportamiento autoneutralizador se remontan a algo que aprendiste en el pasado. Y cada vez que usas una de estas cuatro frases i lo que realmente estás diciendo es: “Pienso seguir siendo lo que he sido siempre”.

Puedes empezar a deshacer los nudos que te atan al pasado y eliminar las inútiles frases que se dicen para seguir siendo lo que siempre has sido.

He aquí una típica lista de “yo soy” que podría incluirse en tu autorretrato.

Yo soy tímida Yo soy perezoso Yo soy apocado

Yo soy asustadizo Yo soy desordenada Yo soy nervioso

Yo soy olvidadizo Yo soy pésima para la mecánica

Yo soy malo para las matemáticas Yo soy un solitario Yo soy frígida

Yo soy aburrido Yo soy una pésima cocinera Yo soy malo para la gramática

Yo soy de los que se cansan muy pronto Yo soy enfermizo Yo soy tosco

Yo soy proclive a los accidentes Yo soy corto de genio Yo soy hostil

Yo soy solemne Yo soy apática Yo soy gorda Yo soy negado para la música

Yo soy fatal para el deporte Yo soy torpe Yo soy porfiada Yo soy inmadura

Yo soy meticulosa Yo soy descuidado Yo soy vengativo Yo soy irresponsable

Yo soy de los que se angustian fácilmente.

Es muy probable que te hayas topado con varias de estas frases o que quizás estés haciendo tu propia lista. De lo que se trata no es de qué etiquetas escoges, sino del hecho que escojas ponerte en las etiquetas. Si auténticamente estás satisfecho de alguno de los “Yo soy”, déjalo estar, pero si reconoces que algunos de estos “Yo soy” u otros que hayas podido recordar se te atraviesan en el camino entorpeciendo tu vida, quiere decir que ha llegado el momento de hacer unos cambios. Empecemos por comprender el origen de los “Yo soy”.

La gente quiere ponerte etiquetas, quiere encasillarte en cierto tipo de categorías que le resultan cómodas. Así es más fácil. D. H. Lawrence nos demuestra lo insensato que resulta este proceso de clasificación en su poema 2 ¿Qué es él?

-¿Qué es él?

-Un hombre, por supuesto.

-Sí, pero ¿qué hace?

-Vive y es un hombre.

-¡Oh, por supuesto! Pero debe trabajar. Tiene que tener una ocupación de alguna especie.

-¿ Por qué?

-Porque obviamente no pertenece a las clases acomodadas.

-No lo sé. Pero tiene mucho tiempo. Y hace unas sillas muy bonitas.

-¡Ahí está entonces! Es ebanista.

- No, no!

-En todo caso, carpintero y ensamblador.

-No, en absoluto.

-Pero si tú lo dijiste.

-¿ Qué dije yo ?

-Que hacía sillas y que era carpintero y ebanista.

-Yo dije que hacía sillas pero no dije que fuera carpintero.

-Muy bien, entonces es un aficionado.

-¡Quizá! ¿Dirías tú que un tordo es un flautista profesional o un aficionado?

-Yo diría que es un pájaro simplemente.

-Y yo digo que es sólo un hombre.

-¡Está bien! Siempre te ha gustado hacer juegos de palabras.


Enviado por correo-e por Carlos Garza Limon


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