(CNN) — El psiquiatra judío Viktor Frankl pasó tres años, durante la Segunda Guerra Mundial, preso en varios campos de concentración nazis. Durante su cautiverio se dio cuenta de que solo le quedaba una libertad: aún tenía el poder de decidir su respuesta ante el horror que se desarrollaba a su alrededor.
Así, decidió imaginar. Imaginó a su esposa y la posibilidad de verla de nuevo. Se imaginó a sí mismo impartiendo clases después de la guerra.
Frankl sobrevivió. “Un ser humano es un ser que decide”, escribió en su libro de 1946 El hombre en busca de sentido. “Hay un espacio entre el estímulo y la respuesta. En ese espacio se encuentra nuestro poder de elegir cómo responder. En la respuesta yacen nuestro crecimiento personal y nuestra libertad”.
La idea de hacerse consciente de la subjetividad de nuestra percepción es abstracta, como la filosofía. Pero considera el papel de la percepción en el mejoramiento de condiciones que van desde el dolor y la depresión hasta el Parkinson, mediante el uso de placebos. Aunque los efectos del placebo son un misterio, los investigadores atribuyen algunos de los aspectos de su efectividad a mecanismos activos en el cerebro que influyen en los procesos corporales, como la respuesta inmunitaria o la liberación de hormonas.
En este sentido, ¿cómo podemos aprovechar el poder de la percepción para vivir más conscientes de nuestras vidas y, quizá, redireccionar la situación más funesta?
La ficción y la realidad
La percepción comienza en el momento en que el cerebro recibe información de los sentidos. La mente
procesa y le confiere un significado a la información sensorial.
“Vamos a jugar”, dice el neurocientífico y artista Beau Lotto, en su charla en TED acerca de la percepción. “Lo único que tienen que hacer es ver la realidad que tienen enfrente, tal como es”.
Lotto presenta una serie de ilusiones ópticas que involucran luz, color y espacio, para demostrar que incluso lo más básico de los sentidos —la forma como percibimos la luz y el color— se sujetan a la interpretación.
La variable, dice Lotto, es el contexto.
Los seres humanos evolucionamos para darle sentido a las cosas. Cada vez que se nos presenta un estímulo, nuestro cerebro reacciona con eficiencia: responde con base en experiencias pasadas. Al hacerlo, el cerebro redefine continuamente “la normalidad”. Se moldea, literalmente, como consecuencia del ensayo y error.
“El cerebro no evolucionó para ver el mundo tal cual es. No podemos verlo así”, afirma Lotto. “No podemos evitar ver las cosas con base en la historia —la propia y la de nuestros ancestros— debido a que nuestro contexto nos define. No nuestra biología, ni nuestro ADN, sino la historia de nuestras interacciones.”
La información sensorial no significa nada por sí sola, señala Lotto. Lo importante es lo que hacemos con ella.
Cuando el contexto se distorsiona
La sociedad cambia nuestra cabeza y nuestros hábitos, dice Ruha Benjamin, catedrática de Sociología y Estudios Afroamericanos de la Universidad de Boston. “Forma todo, desde nuestro sentido del gusto, hasta nuestra sensibilidad, lo que creemos que es bueno, malo o malvado. Ninguna de estas ideas ocurren de forma aislada”.
La profunda influencia social conocida, como habitus en la época de Aristóteles, se adquiere en actividades y experiencias de la vida cotidiana. Confiar inconscientemente en el habitus para tener un contexto nos funciona bastante bien. Hasta que deja de funcionar.
A veces nos encontramos en disyuntivas, en un lugar de incertidumbre, de cara a percepciones nacidas de la falsedad, la falta de comprensión, el prejuicio o la desunión; todas ellas percepciones que no nos sirven. Haciendo eco de Frankl, Lotto dice respecto a dichas percepciones: “Estamos respondiendo, no eligiendo”.
El inicio de la conciencia
La creación de todas nuestras nuevas percepciones comienza de la misma manera, con la pregunta: “¿Por qué?”, dice Lotto. En cuanto haces esa pregunta, abres la posibilidad al cambio.
Tradicionalmente, la educación se ha basado en la eficiencia; se busca saber qué sucede al final, y hay una respuesta correcta. Pero la gente necesita aprender a moverse entre el “por qué” y el “cómo”.
La innovación y el cambio son, en esencia, una propuesta del “por qué”, dice Jennifer Mueller, una psicóloga y profesora de Negocios que estudia la creatividad.
El poder de elegir una respuesta
Lotto dice que el objetivo de su investigación es ayudar a las personas a lograr transformaciones, al proporcionarles la capacidad de comprender sus propias percepciones. “Espero que la gente salga de mis experimentos, no con la capacidad de entender el color, sino de comprenderse a sí misma o, al menos, formularse una pregunta acerca de sí misma”.
La conciencia es el primer paso, dice.
“Debes observarte a ti mismo cómo observas. Se trata de la observación y la curiosidad, de tener un sentido de maravillarse, de volverse consciente de la conexión entre el pasado y el presente. Convertirse en observador de uno mismo nos permite hacer cosas geniales”.
Benjamin concuerda: “Hazte consciente de cómo el hábitat moldea tus hábitos”.
Luchamos por nuestra imaginación —dice Benjamin—, por el derecho de imaginar la vida, las relaciones y un mundo social mucho más felices, con menos ansiedad, más armonioso y justo.
“Debemos luchar por nuestra capacidad de imaginar el mundo que queremos. Porque una de las formas de opresión consiste en decirle a la gente que no se le permite imaginar nada mejor, ni más feliz”.
“O no hay ilusiones o todo es una ilusión”, concluyó Lotto en su reciente conferencia Being Human 2012. “Y, dado que todos somos bastante locos, bien podrías elegir tu ilusión”.
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