3 de enero de 2015

La publicidad y el marketing necesitan pasar por el quirófano

                                                  

La publicidad debe adaptarse urgentemente a los nuevos tiempos. De lo contrario, el público acabará percibiéndola como un estorbo, un obstáculo, algo que debe cerrarse, bloquearse o, sencillamente, ignorarse. En definitiva, hoy la publicidad se identifica como algo que es “molesto”, y que aparece en los momentos más inoportunos. Veamos algunos ejemplos:

- Le pasan el link de un video colgado en Youtube. Usted entra en el enlace, le da al botón 'play' y… “Su video empezará tras la publicidad” / “Saltar la publicidad después de 10 segundos”. Y ese tiempo se le hace eterno…

- Desea leer el artículo sobre una notica en Internet. Clica el enlace y, tras esperar unos segundos, lo primero que le aparece es una página de publicidad. A partir de entonces, empieza su búsqueda desenfrenada para encontrar esa “X” con el mensaje “Cerrar la publicidad”. Cuando clica en la X y se cierra la publicidad, entonces entra en la noticia que deseaba leer y piensa: ¿De qué era el anuncio?

- Está viendo su programa favorito en la televisión. La cosa se pone interesante cuando de repente aparece el logo de la cadena con el mensaje…

“Volvemos en menos de 5 minutos”. Y un cronómetro empieza la cuenta atrás. Y usted piensa ¡ahora que se ponía interesante!

- Entra en su cuenta de Facebook. Se da cuenta de que las marcas de distintos productos a los que había “obsequiado” con un ‘Me gusta’ hace unos meses, publican cada día temas absurdos y publicidad que no le interesa. Así que, sencillamente, decide acabar con sus publicaciones comerciales haciendo clic de nuevo en sus páginas, aunque esta vez para dejar de ser uno más de sus miles de seguidores.


Durante la primera mitad del siglo XX, la publicidad tenía la función de dar a conocer los productos que salían al mercado, informando a los consumidores de las características físicas y las propiedades y ventajas que proporcionaban: el sabor de un alimento, las características técnicas de los televisores, las funciones que podían llevar a cabo las lavadoras, el tipo de olor de una fragancia, etc.

Sin embargo, con los años la oferta se fue diversificando, y los ciudadanos cada vez estaban más familiarizados con los productos que salían al mercado. La publicidad ya no se podía permitir el lujo de llamar la atención a los clientes solamente con la presentación de las características de un producto. Había que cambiar el rumbo, y poco a poco fue imponiéndose un modelo de publicidad conocido como “marketing simbólico” o “emocional”. Ahora, los productos ya no se vendían por lo que eran o hacían, sino por las emociones que despertaban en los consumidores: ese coche que nos ofrece “triunfo en la vida”, ese desodorante que nos garantiza “éxito sexual”, ese banco que reúne a gente famosa para que hablen de la filosofía de la vida… Este tipo de marketing, encajaba perfectamente en un contexto social que era el siguiente: un cliente cada vez más informado, al que sólo se le podía convencer captando la atención de sus emociones. Identificar una marca con una sensación, una emoción positiva. Bien visto… aunque eso tenía sólo cabida en una sociedad de individuos que se creyeran el mensaje de que “para ser feliz, hay que tener” y que “el que más tiene, más feliz es”. De esta manera podía seguir girando la noria capitalista.

Sin embargo, los tiempos siguen cambiando. Y tras unas décadas de ceguera, las personas empiezan a darse cuenta que no todo en esta vida son los objetos que compramos. Sabemos que lo que se promete en la publicidad, no suele ocurrir en el mundo “real”. Y estamos aprendiendo que la falsa “felicidad” experimentada cuando compramos el producto que estábamos buscando, se desvanece rápidamente con el paso de los días.

La publicidad y el marketing del siglo XXI continúan actuando como si estuviéramos todavía en el siglo XX. Sí, ahora se apuesta más por Internet, por las redes sociales, caen las inversiones publicitarias en medios tradicionales como la televisión o la prensa escrita, etc. Pero aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Cambian las formas, no los mensajes y/o contenidos.

Además, Internet y las tecnologías de la información contribuyen a fomentar este rechazo a las viejas formas de hacer publicidad. Los productos se adaptan a los consumidores, no los consumidores a los productos: ahora yo decido qué programa quiero ver y a qué hora. Yo decido qué noticias me interesan. Yo elijo las canciones que quiero escuchar. Por lo tanto… ¡no me vendas tu “publicidad” como hacías en la televisión o en los periódicos! Tal y como se analizaba en este mismo blog cuando hablamos de la economía del bien común, "cuando consumimos no queremos los CD o los DVD sino la música o las películas que están dentro. O en el caso de los coches, empezamos a ver que lo realmente importante no es el modelo de coche que poseemos, sino el coste de la distancia que recorremos en momentos puntuales. En otras palabras: lo que nos interesa no son ya los objetos materiales, sino las necesidades o las experiencias que sentimos".

Si lo ha parecido, no pretendía hacer un post “cargándome” la utilidad de la publicidad y el marketing. Tan sólo quería denunciar que actualmente hay un grave desencuentro entre las pretensiones de unos (vendedores publicitarios) y los deseos de los otros (consumidores o clientes). Sintiéndolo mucho por los más nostálgicos del siglo XX, convencer a los consumidores mediante mensajes “emocionales” o imágenes publicitarias ya ha dejado de ser funcional, independientemente de cuál sea su contenido. No me cuentes únicamente lo que me vais a ofrecer (porque puedo consultarlo por Internet) o las emociones que me reportará vuestro producto (porque ya no me las creo). Si encima, esto me lo dices en medio de una película, de un vídeo o de un artículo que quiero leer, mi cabreo será doble.

En un mundo en el que el acceso a la información y a las experiencias con otras personas se produce casi de manera instantánea, parece que la única manera que tiene la publicidad para remontar el vuelo es hacer partícipe a los consumidores de las experiencias que se deseen transmitir. Al respecto, la casualidad ha querido que me topara recientemente con la siguiente cita:

"La gente olvidará lo que dijiste,
la gente olvidará lo que hiciste,
pero la gente nunca va a olvidar
cómo les hiciste sentir".
Maya Angelou
Los anuncios con los que termino esta reflexión, son un buen ejemplo del camino que se podría seguir:












http://ignasimeda.blogspot.com.es/2012/11/la-publicidad-y-el-marketing-necesitan.html

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