1 de enero de 2015

La ironía del éxito social por Ignasi Meda

Abarcar el éxito y/o el prestigio social es el sueño de la gran mayoría de nosotros, una vez quedan cubiertas las principales necesidades básicas, como son la comida, el hogar o el afecto de los seres más queridos. Soñar o imaginarse a uno mismo como un triunfador en el mundo de los negocios o en otros tantos espacios sociales como uno pretenda conquistar, es gratuito, y hasta un cierto punto, puede resultar gratificante (los científicos dicen que se activan las mismas zonas cerebrales cuando imaginamos una acción que cuando la realizamos). Sin embargo, este ejercicio creativo e imaginativo, puede pervertirse si lo convertimos en nuestro único objeto de deseo, pues éste será, casi con total seguridad, la semilla de futuras frustraciones (lo vamos a ver en seguida).

Nassim Nicholas Taleb, matemático empírico y autor del libro “El Cisne negro: el impacto de lo altamente improbable“, nos explica que hay profesiones como por ejemplo las de dentista, consultor o masajista, que tienen un “tope”, es decir, que por más que uno se esfuerce, habrá un límite en el número de pacientes o clientes que uno podrá atender en un determinado tiempo. Si abrimos un restaurante de moda, lo máximo a lo que podremos aspirar es a llenar el comedor todos los días. Aquí es donde el autor del libro pone énfasis en la siguiente reflexión: por muy bien pagadas que estén este tipo de profesiones, los ingresos dependen de los esfuerzos continuos de cada uno de nosotros. Así, un dentista por ejemplo, tan solo podrá atender a unos cuantos pacientes más si este incrementa su esfuerzo .

Sin embargo, y aquí viene lo interesante, si fijamos nuestra atención en otro tipo de profesiones, como las de los escritores de libros, un autor, para atraer

a un solo lector, realiza el mismo esfuerzo que realizaría si quisiera captar a varios cientos de millones. J.K.Rowling, autora de Harry Potter, no tiene que escribir nuevamente sus novelas cada vez que alguien quiera leerlas. En cambio, el dentista, deberá arreglar tantas bocas, como pacientes se presenten a la consulta. Lo mismo ocurre con un panadero, que tiene que hacer todas y cada una de las barras de pan para atender a todos y cada uno de los clientes.

Al respecto, Nassim Taleb explica en su libro que … “la distinción entre el escritor y el panadero, el especulador y el médico, el estafador y la prostituta, es una buena forma de observar el mundo del trabajo.Permite diferenciar las profesiones en que uno puede añadir ceros a sus ingresos sin gran esfuerzo frente aquellas en que se necesita añadir trabajo y tiempo”.

Queda clara pues la distinción que hace este autor de las profesiones de trabajo: por un lado, las que este matemático define como profesiones “no escalables”, que vendrían a ser aquellas que no dejan mucho margen de maniobra a la pretensión de mejorar los ingresos de uno (el panadero, el dentista, la prostituta, etc.). Y por otro lado, hay las profesiones “escalables”, es decir, aquellas que generan la posibilidad de incrementar los ingresos en función de unas determinadas decisiones que se tomen en un momento determinado (el especulador, el escritor, el cantante…).

Ahora podríamos plantearnos lo siguiente: ¿es preferible dedicarse a una profesión “no escalable” o a una que sea “escalable”?. De entrada, las profesiones escalables pueden resultar más atractivas, en el sentido de que uno puede ganar mucho, con la ley del mínimo esfuerzo (un cantante solo tiene que interpretar una canción para atraer a muchos admiradores, mientras que el médico tiene que atender a cada cliente para acabar ganando lo mismo a final de mes). Sin embargo, Nassim Nicholas Taleb explica que él recomendaría dedicarse a una profesión no escalable. Su razonamiento se debe a que una profesión escalable sólo es buena para quien tiene éxito. Son profesiones más competitivas, producen desigualdades monstruosas y son mucho más aleatorias, con disparidades inmensas entre los esfuerzos y las recompensas: unos pocos se llevan una gran parte del pastel, dejando a los demás “marginados”. El autor del libro pone un ejemplo fascinante, de lo que implica la “escalabilidad” en las profesiones de trabajo: él mismo prefiere pagar 10 dólares por comprar un CD del pianista Vladimir Horowitz a pagar 7 por el de un pianista “desconocido”. Y lo aduce con la siguiente afirmación: “Si el lector me pregunta por qué escojo a Horowitz, le responderé que es debido al orden, el ritmo o la pasión, aunque probablemente existe toda una legión de personas de las que nunca he oído ni oiré hablar (aquellas que nunca llegaron a los “escenarios”) pero que sabían tocar igual de bien“.

En las profesiones “escalables”, aquellos que por alguna razón empiezan a recibir cierta atención, pueden alcanzar en poco tiempo, más mentes que otros, y desplazar de los estantes de las bibliotecas a sus competidores. En la antigua época de los trovadores, todos tenían su público. El cuentacuentos, como el panadero y el herrero, tenía su mercado y la seguridad de que nadie que llegara de lejos iba a desalojarle de su territorio. Hoy en día, unos pocos lo ocupan casi todo y el resto, casi nada. La desigualdad entonces se produce cuando alguien a quien se considera mejor sólo marginalmente, se lleva todo el pastel (pregunten a Bill Gates si esto no es así…).
¿Y si salimos del mundo de las profesiones, y elevamos esta cuestión al terreno entero de lo social? Nassim Taleb piensa que una gran parte de los asuntos sociales pertenecen al terreno de lo “escalable”. Las cantidades sociales son informativas, no físicas (no se pueden tocar). El dinero de una cuenta bancaria, por ejemplo, es importante pero no es algo físico. Y como tal, puede asumir cualquier valor sin que sea necesario emplear energía alguna. No es más que un número. Antes de la llegada de la era moderna, por ejemplo, las guerras pertenecían al mundo de lo “no escalable”: había que matar al enemigo uno a uno, cuerpo a cuerpo, igual que hoy el dentista trata, uno a uno, a cada paciente. Pero hoy, con las armas de destrucción masiva, lo único que se necesita es un botón para masacrar a miles de vidas, y sin haber un contacto físico con ellas. Igual que el autor de un libro de éxito, que únicamente tiene que escribir el libro una vez para conquistar a millones de lectores.¿A dónde nos lleva esta reflexión? Al inicio, explicaba a los lectores que aspirar a ser un “ganador” o un “triunfador” resulta un ejercicio gratificante, siempre que se separe la imaginación de lo realmente posible. Si no lo hacemos, decía, esto puede llevarnos a futuras frustraciones. Me estaba refiriendo al siguiente caso: uno no puede pretender dedicarse a cantar, vender libros o a invertir en bolsa, pensando que tal vez acabará forrándose, porque es altamente improbable. Esto, todo el mundo lo sabe… pero poca gente lo entiende. Nos empapamos de casos reales de gente que ha triunfado, pensando que si actuamos como ellos, tal vez acabemos obteniendo los mismos éxitos. Los héroes llaman la atención, los utilizamos como modelos a seguir o a copiar, con la esperanza de seguir sus pasos o a convertirnos en lo que son. El caso del mundo de las finanzas (que es escalable) es clarísimo: “aprenda a invertir en bolsa”, “conviértase en un bróker en cuatro días”, “dinero fácil en cuestión de horas”… Nos explican cómo se las ingeniaron aquellos que se forraron en poco tiempo, pero nadie nos explica dónde se encuentran los miles y miles y miles de perdedores que se arruinaron por el camino.

Porque para que unos pocos triunfen… otros miles y miles deben perder. ¿Les suena? Es el pastel que se reparten unos pocos… a los que nosotros luego encasillaremos como cracks, héroes, o gurús de las finanzas.


Ignasi Meda (@IgnasiMeda), gestor del Blog para la reflexión, sociólogo y Máster en Historia de la Ciencia: ciencia, historia y sociedad
Publicado por: Ssociólogos




http://ssociologos.com/2013/01/04/la-ironia-del-exito-social-por-ignasi-meda/

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