Si realmente queremos lograr mantener el eje ante ciertas circunstancias, tenemos que practicar la paciencia.
La paciencia se logra con la repetición y la disciplina. Mientras más la practiquemos más será un hábito en nosotros.
¿Cuántas veces reaccionamos en lugar de responder con serenidad ante alguna situación provocadora? Luego de estallar nos viene la culpa o nos arrepentimos de lo absurdos que fuimos por no lograr controlar la situación dejando que la situación nos controle totalmente?
Si no practicamos la paciencia, lo más probable es que ante la primera dificultad, reaccionemos de manera que no nos favorece ni a nosotros ni a los demás. Así, generamos un círculo vicioso de malestar, de incomprensión, de falta de tolerancia.
La vida no está excenta de obstáculos. Debemos practicar la ecuanimidad ante las situaciones, con el adecuado discernimiento que requiera cada momento.
Tener paciencia no significa inacción pasiva. Todo lo contrario. Significa que desde un punto de equilibrio interno, observamos lo que está pasando, y desde ese lugar respondemos y tomamos decisiones. Totalmente en control de nuestros pensamientos, palabras y acciones.
Desde ese espacio de calma interior, las palabras, las actitudes y acciones que hagamos, serán totalmente conscientes y no reactivas. ¿Cuántas veces tu boca emitió palabras hirientes de manera reactiva sin que te pusieras a considerar el daño que podrías llegar a causar? Y una vez que actuamos así, ya no hay más nada que hacer, porque hay palabras que dejan heridas de por vida.
¿Cuántas veces dejamos salir nuestros impulsos violentos hacia otra persona, sólo por el hecho de descargar nuestra frustración y negatividad? El error más grande que podemos hacer es no ver al otro como un ser sintiente y priorizar a nuestro ego herido para que descalifique o menosprecie a otra persona.
Ya no más eso. Porque amigos queridos, todo lo que damos nos vuelve. La energía que estamos descargando en el otro, nos termina destruyendo.
Cultivemos la paz interior y la paciencia fluirá fácilmente en el día a día. Pero primero tenemos que sentirnos en paz para emanar paz.
Practicar la paciencia, elimina el estrés y la ansiedad de nuestra vida y por supuesto, favorece la empatía en las relaciones.
Comprendamos que la paciencia es nuestra capacidad de perseverar y mantener la compostura en situaciones que requieren de comprensión y tolerancia. Es un hábito, y la práctica es una acción. Por lo tanto, la paciencia es algo que podemos desarrollar. En el día a día se presentan muchas circunstancias que exigen paciencia, y esta característica es necesaria para tener una relación sana y funcional.
Amigos queridos, si perseveramos en esta práctica, lograremos sobrellevar nuestro nerviosismo e impaciencia cotidiana.
Desarrollaremos más tolerancia a la frustración y así podremos adquirir de forma natural más paciencia a lo largo de la vida.
Recordemos la importancia de practicar la observación interna y cultivar la paz interior,
porque estando en calma por dentro responderemos con calma hacia el afuera.
Lo que estemos sintiendo por dentro, determinará la manera en que veamos la vida.
Siempre podemos elegir qué actitud adoptar ante las circunstancias de la vida, siendo protagonistas conscientes y no marionetas de nuestras emociones.
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