4 de agosto de 2013

Los opuestos

“La formación del rebaño es producto del miedo: La mirada del lobo provoca la inmediata masificación de la oveja. El lobo y la oveja, la luz y la sombra, el conocimiento y la ignorancia: eternos compañeros inseparables”

Los opuestos
Es evidente que poseemos más de oveja,  sombra e ignorancia, que de lobo, luz y conocimiento. Es posible que la ignorancia nos conduzca a la masificación, puesto que al ser ignorantes desconocemos y el desconocimiento produce temor, y el temor nos agrupa para sentirnos protegidos, como las ovejas en el rebaño.
Sin embargo el lobo no sería real sin la existencia del rebaño (qué comería el lobo? y a quién temería la oveja?). Tengamos en claro que la esencia de la formación de un grupo (rebaño) es la necesidad de protección. Guste o no, nos une el temor y el dolor, así como nos libera el placer y el amor. En toda oveja subyace en potencia un ideal liberador. La esencia que la transfigure en lobo.
Así como en todo lobo existe gratitud no manifiesta hacia la oveja, sabe que su libertad es alimentada por el miedo que atesora el rebaño. De igual forma, La luz penetra al contexto sombrío de la oscuridad, que en bloque se protege por temor a ser eliminada para transformarse en luz. La oscuridad se agrupa como manada temerosa, para evitar ser devorada. La luz se alimenta obligadamente de la sombra.
Sin la oscuridad nadie hablaría de la luz. La ignorancia también se protege mediante estructuras y condicionamientos, similares a los de la manada, que la liberan de la duda, para no tener que caer al abismo de la búsqueda. La libertad que genera esa búsqueda se reconoce por el aroma inconfundible que emana de su fruto : el conocimiento.
Es inevitable, que en algún momento, el peso de la ignorancia genere duda y la duda prospere para arribar al saber. Todo sabio ha sido antes que nada un gran ignorante. En la Ciudad de Dios, no hay lobos por que no existen las ovejas, no hay Reyes por que no existen los súbditos, no hay castigos por que no existen los pecados, no hay ricos por que no existen los pobres. En la Ciudad de Dios no hay opuestos, dado que no es necesario crear tensiones.
Todo permanece en un perfecto y armónico equilibrio, que es generado por el misterio de la atención permanente.

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